Los bufones que vemos asomados al televisor sólo se inquietan por el volumen de silicona que deben inyectar en sus pechos o en su cerebro para resultar rentables e incrementar índices de audiencia. En un pueblo sin sol y sin edad, contaminado por la enfermedad de la tristeza, la única medicina posible es «El bufón». Pero el bufón de este libro se pregunta por el peso de su existencia. Con un lenguaje exuberante y unas imágenes que parecen escapar de un cómic de Metal Hurlant o de un cuadro de El Bosco, David Llorente traza una parábola sobre la sociedad sumisa y la rebelión del individuo. Pero conquistar la libertad requiere atravesar la pesada cortina de los miedos. Tras recibir con «Kira», su primera novela, el Premio Francisco Umbral, «El bufón» le ha supuesto el Premio Ramón J. Sender de Narrativa. Trayectoria imparable para un escritor que esgrime palabra e idea. «El bufón» no es una lectura para avestruces que ocultan su cabeza en un hoyo de golf. Hay que encender la luz de la mesilla y emprender un viaje al centro de uno mismo.
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Los bufones que vemos asomados al televisor sólo se inquietan por el volumen de silicona que deben inyectar en sus pechos o en su cerebro para resultar rentables e incrementar índices de audiencia. En un pueblo sin sol y sin edad, contaminado por la enfermedad de la tristeza, la única medicina posible es «El bufón». Pero el bufón de este libro se pregunta por el peso de su existencia. Con un lenguaje exuberante y unas imágenes que parecen escapar de un cómic de Metal Hurlant o de un cuadro de El Bosco, David Llorente traza una parábola sobre la sociedad sumisa y la rebelión del individuo. Pero conquistar la libertad requiere atravesar la pesada cortina de los miedos. Tras recibir con «Kira», su primera novela, el Premio Francisco Umbral, «El bufón» le ha supuesto el Premio Ramón J. Sender de Narrativa. Trayectoria imparable para un escritor que esgrime palabra e idea. «El bufón» no es una lectura para avestruces que ocultan su cabeza en un hoyo de golf. Hay que encender la luz de la mesilla y emprender un viaje al centro de uno mismo.