Cuando la universidad fusionó el departamento de lingüística con el de inglés, el profesor Desmond Bates se acogió a la jubilación anticipada, pero no la disfruta. Añora la rutina fecunda del año académico y ha perdido el interés por la investigación. El tardío éxito profesional de su mujer, Winifred, cobra cada vez mayor pujanza y reduce al marido al papel de acompañante y «amo de casa», al mismo tiempo que el aspecto rejuvenecido de la cónyuge torna más incómoda la conciencia de la edad que les separa. Sólo interrumpen la monotonía de la vida cotidiana de Desmond los fatigosos viajes a Londres para comprobar el estado de su padre, un anciano de ochenta y nueve años, antiguo músico de una orquesta de baile, que tercamente se niega a mudarse de la casa que evidentemente no le ofrece condiciones de seguridad. Pero estos descontentos no son nada comparados con la congoja de la pérdida auditiva, que es una fuente constante de fricción doméstica y de dificultad social. El profesor observa que en la imaginación popular, la ceguera es trágica y la sordera es por el contrario cómica, aunque para el sordo no sea plato de gusto. Por culpa de su sordera, Desmond Bates se ve enredado sin darse cuenta en las redes de una joven cuya conducta caprichosa e imprevisible amenaza con desestabilizar completamente su vida de jubilado. Alternativamente divertida y conmovedora, La vida en sordina es un brillante relato de los esfuerzos de un hombre por asumir la sordera y la muerte, la vejez y la mortalidad, la comedia y la tragedia de la existencia humana.
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Cuando la universidad fusionó el departamento de lingüística con el de inglés, el profesor Desmond Bates se acogió a la jubilación anticipada, pero no la disfruta. Añora la rutina fecunda del año académico y ha perdido el interés por la investigación. El tardío éxito profesional de su mujer, Winifred, cobra cada vez mayor pujanza y reduce al marido al papel de acompañante y «amo de casa», al mismo tiempo que el aspecto rejuvenecido de la cónyuge torna más incómoda la conciencia de la edad que les separa. Sólo interrumpen la monotonía de la vida cotidiana de Desmond los fatigosos viajes a Londres para comprobar el estado de su padre, un anciano de ochenta y nueve años, antiguo músico de una orquesta de baile, que tercamente se niega a mudarse de la casa que evidentemente no le ofrece condiciones de seguridad. Pero estos descontentos no son nada comparados con la congoja de la pérdida auditiva, que es una fuente constante de fricción doméstica y de dificultad social. El profesor observa que en la imaginación popular, la ceguera es trágica y la sordera es por el contrario cómica, aunque para el sordo no sea plato de gusto. Por culpa de su sordera, Desmond Bates se ve enredado sin darse cuenta en las redes de una joven cuya conducta caprichosa e imprevisible amenaza con desestabilizar completamente su vida de jubilado. Alternativamente divertida y conmovedora, La vida en sordina es un brillante relato de los esfuerzos de un hombre por asumir la sordera y la muerte, la vejez y la mortalidad, la comedia y la tragedia de la existencia humana.