Un hombre se propone familiarizarse con el espacio que habita. Mientras observa el movimiento a su alrededor, lee, acumula citas y toma apuntes. Escritores, filósofos, artistas, la historia del arte y la cultura. Crea, con pocos elementos, una especie de teatro de cámara con dos personajes, el Protagonista y el Lector, y una playa o un cementerio como escenarios posibles. Ese es el relato aparente de esta novela, su engañosa superficie. A poco de avanzar, las citas y los apuntes nos van asomando a un universo en el que debemos desplazarnos como en el tablero de un juego misterioso, tal vez genial, cuyas piezas son la vida, la muerte, el amor, el suicidio, la enfermedad, el arte como juego, el arte como extrema experiencia vital. Una lista de antisemitas que incluye a Voltaire, Pío Baroja, Alma Malher, Tchaikovsky, Truman Capote y Edith Wharton; una enumeración de casos de posible demencia que incluye a John Clare, Robert Walser, Hugo van der Goes, Jonathan Swift, Dante Gabriel Rossetti; microrrelatos acerca de episodios suicidas que incluyen a Heinrich von Kleist, Diane Arbus, Mark Rothko, Stefan Zweig, Dora Carrington; entradas de un diario íntimo; notas para una novela futura; diatribas contra los críticos; reflexiones acerca de lo que se puede entender por novela en los umbrales del siglo XXI; una serie infinita de citas cuyos autores a veces se explicitan, otras se eluden; un recuerdo perturbador que toma la apariencia de lo banal y vuelve a lo largo de las páginas, como un ritornelo: de todo esto está hecha La soledad del lector , una novela extraordinaria, brillante, adictiva. María Sonia Cristoff
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Un hombre se propone familiarizarse con el espacio que habita. Mientras observa el movimiento a su alrededor, lee, acumula citas y toma apuntes. Escritores, filósofos, artistas, la historia del arte y la cultura. Crea, con pocos elementos, una especie de teatro de cámara con dos personajes, el Protagonista y el Lector, y una playa o un cementerio como escenarios posibles. Ese es el relato aparente de esta novela, su engañosa superficie. A poco de avanzar, las citas y los apuntes nos van asomando a un universo en el que debemos desplazarnos como en el tablero de un juego misterioso, tal vez genial, cuyas piezas son la vida, la muerte, el amor, el suicidio, la enfermedad, el arte como juego, el arte como extrema experiencia vital. Una lista de antisemitas que incluye a Voltaire, Pío Baroja, Alma Malher, Tchaikovsky, Truman Capote y Edith Wharton; una enumeración de casos de posible demencia que incluye a John Clare, Robert Walser, Hugo van der Goes, Jonathan Swift, Dante Gabriel Rossetti; microrrelatos acerca de episodios suicidas que incluyen a Heinrich von Kleist, Diane Arbus, Mark Rothko, Stefan Zweig, Dora Carrington; entradas de un diario íntimo; notas para una novela futura; diatribas contra los críticos; reflexiones acerca de lo que se puede entender por novela en los umbrales del siglo XXI; una serie infinita de citas cuyos autores a veces se explicitan, otras se eluden; un recuerdo perturbador que toma la apariencia de lo banal y vuelve a lo largo de las páginas, como un ritornelo: de todo esto está hecha La soledad del lector , una novela extraordinaria, brillante, adictiva. María Sonia Cristoff