Antes de triunfar como novelista, David Vann organizaba cruceros y chárteres educativos a bordo de su velero. En una de estas travesías su navío, averiado, quedó varado en Puerto Madero, un enclave dejado de la mano de Dios, centro del narcotráfico mexicano y territorio de prostitutas y policías corruptos. El increíble calvario que vivió el autor para intentar rescatar su barco hacen de estas memorias un thriller de alto voltaje. A lo largo de varias semanas de parada obligada, David Vann debe lidiar con un grupo de piratas que asaltan la embarcación, un extravagante intérprete local, un fastidioso y arrogante capitán de puerto, un capo que sueña con la Isla de Pascua, una seductora joven que juega a volverle loco y un trío de prostitutas, persuasivas como sirenas, que, junto a varios niños limosneros y algún pescador borracho, visitan a diario el velero varado. Vann, al que todos los lugareños conocen ya como el «Cajero Automático», subestima de lo que este lugar es capaz, llegando a poner varias veces su vida en peligro. Cuando finalmente se encuentra tumbado en el suelo con una pistola apuntándole a la cara se ve obligado a tomar una decisión definitiva.
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Antes de triunfar como novelista, David Vann organizaba cruceros y chárteres educativos a bordo de su velero. En una de estas travesías su navío, averiado, quedó varado en Puerto Madero, un enclave dejado de la mano de Dios, centro del narcotráfico mexicano y territorio de prostitutas y policías corruptos. El increíble calvario que vivió el autor para intentar rescatar su barco hacen de estas memorias un thriller de alto voltaje. A lo largo de varias semanas de parada obligada, David Vann debe lidiar con un grupo de piratas que asaltan la embarcación, un extravagante intérprete local, un fastidioso y arrogante capitán de puerto, un capo que sueña con la Isla de Pascua, una seductora joven que juega a volverle loco y un trío de prostitutas, persuasivas como sirenas, que, junto a varios niños limosneros y algún pescador borracho, visitan a diario el velero varado. Vann, al que todos los lugareños conocen ya como el «Cajero Automático», subestima de lo que este lugar es capaz, llegando a poner varias veces su vida en peligro. Cuando finalmente se encuentra tumbado en el suelo con una pistola apuntándole a la cara se ve obligado a tomar una decisión definitiva.