Nadie quería otra guerra. Thomas Theisman no. Después de arriesgar su vida y tras una repetición de guerra civil para derrocar el reino del terror del Comité de Seguridad Pública y restaurar la antigua Constitución de la República de Haven, una guerra interestelar era lo último que quería. El Barón de High Ridge no. El Primer Ministro de Mantícora estaba perfectamente satisfecho con la guerra que tenía. Nadie estaba atacando a nadie más en este momento, y mientras pudiera dirigir las negociaciones sobre el tratado oficial de paz, su gobierno podría seguir aprovechando todas esas medidas fiscales de «solo hostilidades» para sus propios proyectos partidistas. Su Majestad Imperial Gustav no. Ahora que la lucha entre el Reino Estelar y la RPH había terminado, el Emperador andermano tenía sus propios planes para Silesia, y confiaba en que podría lograrlos sin necesidad de una guerra. El Protector Benjamin no. Su pueblo había adquirido un compromiso demasiado profundo con la Alianza de Mantícora, tanto en sangre como en recursos económicos, como para querer arriesgarse a verlo todo tirado por la borda. Y Honor Harrington ciertamente tampoco. La «Salamandra» ya había visto el interior de demasiados hornos, sabía demasiado sobre el precio que tenía la guerra. Por desgracia, lo que querían no importaba…
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Nadie quería otra guerra. Thomas Theisman no. Después de arriesgar su vida y tras una repetición de guerra civil para derrocar el reino del terror del Comité de Seguridad Pública y restaurar la antigua Constitución de la República de Haven, una guerra interestelar era lo último que quería. El Barón de High Ridge no. El Primer Ministro de Mantícora estaba perfectamente satisfecho con la guerra que tenía. Nadie estaba atacando a nadie más en este momento, y mientras pudiera dirigir las negociaciones sobre el tratado oficial de paz, su gobierno podría seguir aprovechando todas esas medidas fiscales de «solo hostilidades» para sus propios proyectos partidistas. Su Majestad Imperial Gustav no. Ahora que la lucha entre el Reino Estelar y la RPH había terminado, el Emperador andermano tenía sus propios planes para Silesia, y confiaba en que podría lograrlos sin necesidad de una guerra. El Protector Benjamin no. Su pueblo había adquirido un compromiso demasiado profundo con la Alianza de Mantícora, tanto en sangre como en recursos económicos, como para querer arriesgarse a verlo todo tirado por la borda. Y Honor Harrington ciertamente tampoco. La «Salamandra» ya había visto el interior de demasiados hornos, sabía demasiado sobre el precio que tenía la guerra. Por desgracia, lo que querían no importaba…