Cuando Alemania invadió Polonia, los bombarderos Stuka arrasaron Varsovia. Jan y Antonina Zabinski, guardianes del zoo, horrorizados ante el racismo nazi, consiguieron ayudar a más de trescientas personas —miembros de la Resistencia y refugiados judíos— a huir del gueto de Varsovia. Sin embargo, el relato de su hazaña se perdió en la vorágine de la historia. Irónicamente, las jaulas vacías del zoo sirvieron para ocultar docenas de personas condenadas a una muerte segura. Otras se agazaparon en los escondrijos de la casa. Jan dirigió una célula de saboteadores y su hijo menor arriesgó la vida buscando comida para los «invitados», así como para una serie de excéntricas criaturas que también vivieron en la casa, incluidos un tejón, varios linces y unos cuantos cachorros de hiena. Por este motivo el zoo pasó a conocerse como «la Casa de la Buena Estrella». Pero la historia que nos cuenta Diane Ackerman va más allá de unos cuantos personajes pintorescos.
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Cuando Alemania invadió Polonia, los bombarderos Stuka arrasaron Varsovia. Jan y Antonina Zabinski, guardianes del zoo, horrorizados ante el racismo nazi, consiguieron ayudar a más de trescientas personas —miembros de la Resistencia y refugiados judíos— a huir del gueto de Varsovia. Sin embargo, el relato de su hazaña se perdió en la vorágine de la historia. Irónicamente, las jaulas vacías del zoo sirvieron para ocultar docenas de personas condenadas a una muerte segura. Otras se agazaparon en los escondrijos de la casa. Jan dirigió una célula de saboteadores y su hijo menor arriesgó la vida buscando comida para los «invitados», así como para una serie de excéntricas criaturas que también vivieron en la casa, incluidos un tejón, varios linces y unos cuantos cachorros de hiena. Por este motivo el zoo pasó a conocerse como «la Casa de la Buena Estrella». Pero la historia que nos cuenta Diane Ackerman va más allá de unos cuantos personajes pintorescos.