Sue Adams no está atravesando una buena racha… Demasiadas facturas por pagar, el divorcio reciente de sus padres, las incontables averías de su automóvil y por si fuera poco, y por culpa del agobio que tiene, friendo un huevo casi se le quema la casa entera. Menos mal que en lo del incendio acudió a su rescate su nuevo vecino, Bradley, un bombero sexy y descarado, al que le faltó tiempo para apagar el fuego. Claro que a Bradley no le importaría encender otros tantos junto a ella… Pero Sue no tiene ojos más que para William, su jefe duro, borde y exigente, con el que puede que esté todo a punto de cambiar. Y es que de repente Sue empieza a recibir flores en la oficina y ella sospecha que es su jefe quien las envía. ¿Estará cambiando su suerte? Mientras ella aprende que a veces no solo se trata de suerte sino de actitud, y William empieza a ver a la irritante Sue, su asistente, con otros ojos, Bradley permanece ahí… siempre explosivo para volverla loca de remate. Y a todo esto, las flores que siguen llegando puntuales a la oficina, sin que Sue realmente sepa quién las envía. ¿Será su jefe estirado y antipático? ¿O el vecino que es una auténtica tentación? Y lo más importante… ¿Logrará Sue al fin descubrir qué es lo que de verdad quiere y junto a quién?
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Sue Adams no está atravesando una buena racha… Demasiadas facturas por pagar, el divorcio reciente de sus padres, las incontables averías de su automóvil y por si fuera poco, y por culpa del agobio que tiene, friendo un huevo casi se le quema la casa entera. Menos mal que en lo del incendio acudió a su rescate su nuevo vecino, Bradley, un bombero sexy y descarado, al que le faltó tiempo para apagar el fuego. Claro que a Bradley no le importaría encender otros tantos junto a ella… Pero Sue no tiene ojos más que para William, su jefe duro, borde y exigente, con el que puede que esté todo a punto de cambiar. Y es que de repente Sue empieza a recibir flores en la oficina y ella sospecha que es su jefe quien las envía. ¿Estará cambiando su suerte? Mientras ella aprende que a veces no solo se trata de suerte sino de actitud, y William empieza a ver a la irritante Sue, su asistente, con otros ojos, Bradley permanece ahí… siempre explosivo para volverla loca de remate. Y a todo esto, las flores que siguen llegando puntuales a la oficina, sin que Sue realmente sepa quién las envía. ¿Será su jefe estirado y antipático? ¿O el vecino que es una auténtica tentación? Y lo más importante… ¿Logrará Sue al fin descubrir qué es lo que de verdad quiere y junto a quién?