En realidad, Danny Sheridan no tuvo ninguna oportunidad. El «gran Sheridan», como le llamaban sus compañeros de set en la televisión; el fabuloso Sheridan, para todo el público que, contado en una audiencia de millones, asistía cada noche, a las nueve, a su programa estelar «Sheridan se lo cuenta». Tenía personalidad, magnetismo, fuerza en todos sus actos frente a las cámaras de la «Pacific Broadcasting Corporation». La PBC-TV era feliz de contar en su nómina con un presentador y realizador de programas populares como Danny Sheridan. Recientemente, a Danny se le había muerto la esposa en un desdichado accidente sufrido con su avioneta privada. Accidente del que Danny salió únicamente con leves heridas, pero a costa de perder a su joven, bella y rica esposa Arlene. Pero Danny tenía grandes facultades para rehacerse de cualquier golpe. Así, su sonrisa perenne, su graciosa nariz algo deforme, su mandíbula cuadrada y sus pómulos acentuados siguieron animando el programa, ahora incluso con más, muchos más adeptos, entre las mujeres especialmente. Algunas, por sentimentalismo ante su pérdida. Las más, por su secreto y alocado sueño de suplir alguna vez a la difunta en el corazón amplio y generoso del «gran Sheridan».
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En realidad, Danny Sheridan no tuvo ninguna oportunidad. El «gran Sheridan», como le llamaban sus compañeros de set en la televisión; el fabuloso Sheridan, para todo el público que, contado en una audiencia de millones, asistía cada noche, a las nueve, a su programa estelar «Sheridan se lo cuenta». Tenía personalidad, magnetismo, fuerza en todos sus actos frente a las cámaras de la «Pacific Broadcasting Corporation». La PBC-TV era feliz de contar en su nómina con un presentador y realizador de programas populares como Danny Sheridan. Recientemente, a Danny se le había muerto la esposa en un desdichado accidente sufrido con su avioneta privada. Accidente del que Danny salió únicamente con leves heridas, pero a costa de perder a su joven, bella y rica esposa Arlene. Pero Danny tenía grandes facultades para rehacerse de cualquier golpe. Así, su sonrisa perenne, su graciosa nariz algo deforme, su mandíbula cuadrada y sus pómulos acentuados siguieron animando el programa, ahora incluso con más, muchos más adeptos, entre las mujeres especialmente. Algunas, por sentimentalismo ante su pérdida. Las más, por su secreto y alocado sueño de suplir alguna vez a la difunta en el corazón amplio y generoso del «gran Sheridan».