El sudor pareció estallar dentro de mí, derramarse pegajoso por mis poros. Intenté moverme. No pude. Nadie puede moverse cuando las ligaduras aprietan tanto, cuando el cuerpo y las extremidades de uno están ligados a la cama, cuando solamente la cabeza tiene animación, por el solo movimiento del cuello, por un leve, limitado movimiento, por el simple juego de una garganta, de unos pocos músculos y tendones en completa libertad que permitían a la cabeza girar de un lado a otro, abatirse sobre la almohada, húmeda de sudor, o erguirse un poco, en marcha implacable sobre mi propia piel.
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El sudor pareció estallar dentro de mí, derramarse pegajoso por mis poros. Intenté moverme. No pude. Nadie puede moverse cuando las ligaduras aprietan tanto, cuando el cuerpo y las extremidades de uno están ligados a la cama, cuando solamente la cabeza tiene animación, por el solo movimiento del cuello, por un leve, limitado movimiento, por el simple juego de una garganta, de unos pocos músculos y tendones en completa libertad que permitían a la cabeza girar de un lado a otro, abatirse sobre la almohada, húmeda de sudor, o erguirse un poco, en marcha implacable sobre mi propia piel.