Era una rubia impresionante, de esas que uno sigue por la calle durante un largo trecho, tratando en vano de romper el hielo con galanterías, las más de las veces trasnochadas.
Pero Mark Graham no la seguía por esas razones, ni su seguimiento se limitaba a un trecho, ni siquiera a una calle. Mark cobraba por hacer aquello, y aunque cualquiera hubiese meditado que obtener dinero por tan grata tarea era una bendición del cielo, a Mark se le llevaban todos los diablos por tener que continuar tras el paso cimbreante y rápido de aquella blonda sensacional.
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Era una rubia impresionante, de esas que uno sigue por la calle durante un largo trecho, tratando en vano de romper el hielo con galanterías, las más de las veces trasnochadas.
Pero Mark Graham no la seguía por esas razones, ni su seguimiento se limitaba a un trecho, ni siquiera a una calle. Mark cobraba por hacer aquello, y aunque cualquiera hubiese meditado que obtener dinero por tan grata tarea era una bendición del cielo, a Mark se le llevaban todos los diablos por tener que continuar tras el paso cimbreante y rápido de aquella blonda sensacional.