Los dos jinetes se detuvieron, chorreando agua sus sombreros, empapadas sus ropas. Cambiaron una mirada en la casi absoluta oscuridad. Los fulgores leja nos, de color cárdeno, reflejaron un brillo duro y hosco en sus ojos. El agua formaba regueros al desplomarse desde las alas abarquilladas de los sombreros hasta la manta con que uno se cubría, y la lona encerada que el otro utilizaba para protegerse de la lluvia.
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Los dos jinetes se detuvieron, chorreando agua sus sombreros, empapadas sus ropas. Cambiaron una mirada en la casi absoluta oscuridad. Los fulgores leja nos, de color cárdeno, reflejaron un brillo duro y hosco en sus ojos. El agua formaba regueros al desplomarse desde las alas abarquilladas de los sombreros hasta la manta con que uno se cubría, y la lona encerada que el otro utilizaba para protegerse de la lluvia.