—¡Me molesta ese cartel, Gribbs! —aulló uno de los cinco jinetes, levantando la tremenda pieza de metal niquelado que constituía su armamento.
—¡No dispares, Hodman! —gritó el que parecía llevar la voz cantante del inquieto grupo.
Pero ya era tarde. El llamado Hodman había empezado a apretar el gatillo con una celeridad impresionante, ayudándose a repetir los disparos «palmeando» sobre el percutor, con la experiencia que suele ser fruto de una prolongada práctica.
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—¡Me molesta ese cartel, Gribbs! —aulló uno de los cinco jinetes, levantando la tremenda pieza de metal niquelado que constituía su armamento.
—¡No dispares, Hodman! —gritó el que parecía llevar la voz cantante del inquieto grupo.
Pero ya era tarde. El llamado Hodman había empezado a apretar el gatillo con una celeridad impresionante, ayudándose a repetir los disparos «palmeando» sobre el percutor, con la experiencia que suele ser fruto de una prolongada práctica.