Siempre es duro matar a hombres. Pero con la costumbre, ese trance se soporta mejor. Esa había sido de siempre la filosofía del individuo que ahora permanecía en pie, en medio de la calle, encarado a aquellos tres hombres. Ahora no tenía que matar a uno. Debía de matar a tres. O morir él.
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Siempre es duro matar a hombres. Pero con la costumbre, ese trance se soporta mejor. Esa había sido de siempre la filosofía del individuo que ahora permanecía en pie, en medio de la calle, encarado a aquellos tres hombres. Ahora no tenía que matar a uno. Debía de matar a tres. O morir él.