MARCUS BARRINGTON juró soezmente entre dientes, soltó un largo salivazo amarillo, de tabaco de mascar, se echó el rifle a la cara y apretó el gatillo sin contemplaciones.Enfrente hubo un aullido de ira y de dolor, un sombrero rodó por la ladera, como un objeto dotado de vida propia, hasta morir en una charca, entre hierbajos y cañaverales. La respuesta no se hizo esperar.Dos o tres rifles y un par de revólveres abrieron fuego graneado sobre Marcus Barrington, pero éste ya lo esperaba, y las balas no le sorprendieron asomado tras las rocas, ni mucho menos.En vez de ello, oyó silbar los proyectiles sobre su cabeza, tendido en tierra, protegido por el montículo de piedras que le servía de parapeto natural frente a la emboscada del adversario.
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MARCUS BARRINGTON juró soezmente entre dientes, soltó un largo salivazo amarillo, de tabaco de mascar, se echó el rifle a la cara y apretó el gatillo sin contemplaciones.Enfrente hubo un aullido de ira y de dolor, un sombrero rodó por la ladera, como un objeto dotado de vida propia, hasta morir en una charca, entre hierbajos y cañaverales. La respuesta no se hizo esperar.Dos o tres rifles y un par de revólveres abrieron fuego graneado sobre Marcus Barrington, pero éste ya lo esperaba, y las balas no le sorprendieron asomado tras las rocas, ni mucho menos.En vez de ello, oyó silbar los proyectiles sobre su cabeza, tendido en tierra, protegido por el montículo de piedras que le servía de parapeto natural frente a la emboscada del adversario.