Eran ya las seismenos cuarto cuando su «Dodge» verde penetró en el amplio aparcamiento deltransbordador de la Estatua de la Libertad. Adquirió un billete y subió abordo. Soplaba un airehúmedo en la bahía, agitando su liviano traje claro y sus cabellos revueltos,ligeramente adheridos a las sienes por la transpiración. Se acodó en la borda,viendo alejarse de él los altos edificios de la ciudad. Parecía tan fácil. Comosi aquella distancia pudiera ir creciendo, creciendo, poniendo ante él y sudestino una infranqueable barrera de agua. Todo un mundo, que ni siquieraJohnny Moran podría salvar, porque fuera de su imperio apenas si era nadie. Ysu imperio moría allí donde muriesen los límites de la ciudad de hierro ycemento vertical.
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Eran ya las seismenos cuarto cuando su «Dodge» verde penetró en el amplio aparcamiento deltransbordador de la Estatua de la Libertad. Adquirió un billete y subió abordo. Soplaba un airehúmedo en la bahía, agitando su liviano traje claro y sus cabellos revueltos,ligeramente adheridos a las sienes por la transpiración. Se acodó en la borda,viendo alejarse de él los altos edificios de la ciudad. Parecía tan fácil. Comosi aquella distancia pudiera ir creciendo, creciendo, poniendo ante él y sudestino una infranqueable barrera de agua. Todo un mundo, que ni siquieraJohnny Moran podría salvar, porque fuera de su imperio apenas si era nadie. Ysu imperio moría allí donde muriesen los límites de la ciudad de hierro ycemento vertical.