El marido de Verónica Hedley había desaparecido. Ni su bella secretaria, ni ninguna de las muchas personas a quienes estaba vinculado sabía dar razón de su paradero.
Verónica esperó vanamente su regreso. Cuando se decidió a llamar a Rupert Bradley para que la ayudara a encontrarle, éste pensó que ya era un poco tarde. Esa sospecha se vio ampliamente confirmada cuando visitó la oficina de Hedley y se encontró allí con un cadáver. Desde ese momento, la vida de Rupert Bradley se convirtió en una loca carrera por llegar antes que la policía a cada uno de los sitios marcados en su agenda. En esta carrera —pronto convertida en cacería— la secretaria de Hedley era unas veces la liebre, y otras el lebrel.
El recordado autor de <cite xml:lang="es">Los Crímenes del Gato y el Violín</cite> nos da una muestra más de su fértil imaginación y su capacidad para intrigarnos.
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El marido de Verónica Hedley había desaparecido. Ni su bella secretaria, ni ninguna de las muchas personas a quienes estaba vinculado sabía dar razón de su paradero.
Verónica esperó vanamente su regreso. Cuando se decidió a llamar a Rupert Bradley para que la ayudara a encontrarle, éste pensó que ya era un poco tarde. Esa sospecha se vio ampliamente confirmada cuando visitó la oficina de Hedley y se encontró allí con un cadáver. Desde ese momento, la vida de Rupert Bradley se convirtió en una loca carrera por llegar antes que la policía a cada uno de los sitios marcados en su agenda. En esta carrera —pronto convertida en cacería— la secretaria de Hedley era unas veces la liebre, y otras el lebrel.
El recordado autor de <cite xml:lang="es">Los Crímenes del Gato y el Violín</cite> nos da una muestra más de su fértil imaginación y su capacidad para intrigarnos.