El uno es el yo definitivo que habla en los poemas de e.e.c. con la voz de la certidumbre, y el innumerable quién (en palabras del poeta) al de las voces conflictivas del resto de su obra —larga crónica de sus experiencias en la guerra del 14, su crisis de conciencia, sus reflexiones sobre la actual condición del hombre, que explica y justifica la voluntaria amputación del mundo a partir de la cual se da su poesía. Pero el mundo suprimido por e.e.c. es sólo el que nos impide actuar y pensar fuera de las categorías (los sistemas políticos dedicados sin excepción a una implacable salvación del todo por el asesinato del cada, las normas morales y las abstracciones científicas que sustituyen el pensamiento por la Creencia); y en la advertencia del poeta: estos poemas son para ti y para mí y no para todoelmundo, hay en realidad una amorosa provocación a recobrar la identidad. El uno no explica ni justifica; se limita a celebrar o a reprobar, y tras los registros en apariencia opuestos del amor y de la indignación alza una voz única que afirma su fe en la salvación del cada —sin la cual no hay esperanzas para el todo.
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El uno es el yo definitivo que habla en los poemas de e.e.c. con la voz de la certidumbre, y el innumerable quién (en palabras del poeta) al de las voces conflictivas del resto de su obra —larga crónica de sus experiencias en la guerra del 14, su crisis de conciencia, sus reflexiones sobre la actual condición del hombre, que explica y justifica la voluntaria amputación del mundo a partir de la cual se da su poesía. Pero el mundo suprimido por e.e.c. es sólo el que nos impide actuar y pensar fuera de las categorías (los sistemas políticos dedicados sin excepción a una implacable salvación del todo por el asesinato del cada, las normas morales y las abstracciones científicas que sustituyen el pensamiento por la Creencia); y en la advertencia del poeta: estos poemas son para ti y para mí y no para todoelmundo, hay en realidad una amorosa provocación a recobrar la identidad. El uno no explica ni justifica; se limita a celebrar o a reprobar, y tras los registros en apariencia opuestos del amor y de la indignación alza una voz única que afirma su fe en la salvación del cada —sin la cual no hay esperanzas para el todo.