PINTADA por el rojizo fulgor de los incendios, la ciudad de Atlanta ofrecía un aspecto verdaderamente impresionante. El cañoneo a que había estado sometida desde las primeras horas de la tarde, redujo a escombros gran número de edificios y provocó todas aquellas hogueras que, al atardecer, daban una nota de tragedia al reflejar en el cielo altas y sinuosas llamas que todo lo consumían. Una indescriptible confusión reinaba por doquier. Las tropas nordistas, que todavía no habían penetrado del todo en la ciudad, y que ocupaban solo algunos barrios, disparaban contra todo lo que veían, obligando así a la población civil a meterse en sus domicilios, con las puertas cerradas a piedra y lodo. Patrullas sudistas se retiraban por doquier, intentando llevarse la mayor parte del material bélico que poseían, mientras los heridos yacían amontonados junto a los muertos, y nadie se ocupaba ni de unos ni de otros.
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PINTADA por el rojizo fulgor de los incendios, la ciudad de Atlanta ofrecía un aspecto verdaderamente impresionante. El cañoneo a que había estado sometida desde las primeras horas de la tarde, redujo a escombros gran número de edificios y provocó todas aquellas hogueras que, al atardecer, daban una nota de tragedia al reflejar en el cielo altas y sinuosas llamas que todo lo consumían. Una indescriptible confusión reinaba por doquier. Las tropas nordistas, que todavía no habían penetrado del todo en la ciudad, y que ocupaban solo algunos barrios, disparaban contra todo lo que veían, obligando así a la población civil a meterse en sus domicilios, con las puertas cerradas a piedra y lodo. Patrullas sudistas se retiraban por doquier, intentando llevarse la mayor parte del material bélico que poseían, mientras los heridos yacían amontonados junto a los muertos, y nadie se ocupaba ni de unos ni de otros.