No llegué a Miami en busca del sol, sino huyendo de la sombra. Puede parecer lo mismo, pero significa algo diametralmente opuesto. Los que al acercarse el invierno marchan a Florida para calentar sus cuerpos con el cálido sol tropical, suelen ser millonarios; los que, como yo, descienden hasta la extremidad meridional de Estados Unidos, rehuyendo las sombras, disponen, a veces, de grandes sumas de dinero, pero por regla general no están en condiciones de explicar su origen, ni la Policía siente por ellos el reverencial respeto que le imponen los caballeros cuya firma basta para hacer pagadero un cheque de seis o siete cifras.
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No llegué a Miami en busca del sol, sino huyendo de la sombra. Puede parecer lo mismo, pero significa algo diametralmente opuesto. Los que al acercarse el invierno marchan a Florida para calentar sus cuerpos con el cálido sol tropical, suelen ser millonarios; los que, como yo, descienden hasta la extremidad meridional de Estados Unidos, rehuyendo las sombras, disponen, a veces, de grandes sumas de dinero, pero por regla general no están en condiciones de explicar su origen, ni la Policía siente por ellos el reverencial respeto que le imponen los caballeros cuya firma basta para hacer pagadero un cheque de seis o siete cifras.