NO me gustó Corea. Lo presumía antes de llegar, y una vez en Panmunjón vi plenamente confirmados mis temores. Las ciudades y pueblos de la famosa península asiática me produjeron la más desoladora impresión. Y las gentes, tanto las que nacieron al Norte como las que lo hicieron al Sur del paralelo 38, totalmente indignadas de que por ellas se vertiera una sola gota de sangre americana.
Ya sé que muchos no compartirán mi manera de pensar y aducirán razones de peso en apoyo de sus puntos de vista. Pero yo también tengo las mías, personales e intransferibles. Me tocó luchar en Guadalcanal durante la segunda guerra mundial, y un maldito «jap» me dejó el cuerpo como una regadera, merced a una ráfaga de fusil ametrallador. Curé de las heridas, desde luego; sin embargo, ni he podido olvidar lo que sufrí entonces ni menos aún que fue un mico de piel amarilla quien estuvo a punto de darme anticipado pasaporte para el otro barrio.
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NO me gustó Corea. Lo presumía antes de llegar, y una vez en Panmunjón vi plenamente confirmados mis temores. Las ciudades y pueblos de la famosa península asiática me produjeron la más desoladora impresión. Y las gentes, tanto las que nacieron al Norte como las que lo hicieron al Sur del paralelo 38, totalmente indignadas de que por ellas se vertiera una sola gota de sangre americana.
Ya sé que muchos no compartirán mi manera de pensar y aducirán razones de peso en apoyo de sus puntos de vista. Pero yo también tengo las mías, personales e intransferibles. Me tocó luchar en Guadalcanal durante la segunda guerra mundial, y un maldito «jap» me dejó el cuerpo como una regadera, merced a una ráfaga de fusil ametrallador. Curé de las heridas, desde luego; sin embargo, ni he podido olvidar lo que sufrí entonces ni menos aún que fue un mico de piel amarilla quien estuvo a punto de darme anticipado pasaporte para el otro barrio.