LA muerte de Conn OʼHara no produjo demasiada sensación en las gentes. Cuando le encontraron con cuatro balazos en el cuerpo, tendido en una callejuela de las afueras de Kansas City; ninguno de los que le conocían pareció extrañado. Conn jugaba con varias barajas a un tiempo. Era lógico que alguien descubriese sus manejos y que le diera su recompensa en plomo. La Policía no investigó muy a fondo el caso. En realidad, fuera quien fuese el autor del crimen había ahorrado trabajo a los tribunales y al verdugo. Los periódicos publicaron la noticia en cuatro líneas escondidas en una de sus últimas páginas, y el asunto debió quedar olvidado por completo a los tres o cuatro días.
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LA muerte de Conn OʼHara no produjo demasiada sensación en las gentes. Cuando le encontraron con cuatro balazos en el cuerpo, tendido en una callejuela de las afueras de Kansas City; ninguno de los que le conocían pareció extrañado. Conn jugaba con varias barajas a un tiempo. Era lógico que alguien descubriese sus manejos y que le diera su recompensa en plomo. La Policía no investigó muy a fondo el caso. En realidad, fuera quien fuese el autor del crimen había ahorrado trabajo a los tribunales y al verdugo. Los periódicos publicaron la noticia en cuatro líneas escondidas en una de sus últimas páginas, y el asunto debió quedar olvidado por completo a los tres o cuatro días.